"Ellos son el fin de un ciclo, nosotros el principio de una nueva era”: si fuera verdad, más valdría que uno ya preparara las maletas. Pero Mariano Rajoy no es Dios Omnisciente, ni el acarreo para él de óptimos resultados en estos comicios garantizaría la validez de tal pronóstico. Podría ser, incluso, que, sean cuales sean los votos emitidos en la consulta de hoy, se abra con ellos una nueva era, no para el PP sino para la izquierda. Porque, si es de sabios rectificar, cuesta trabajo creer que, con el año que queda hasta las elecciones generales, a los progresistas de este país –a los que sinceramente desean su progreso– les sea imposible aunar esfuerzos de alguna manera para impedir lo que sí sería el principio de otra era, a mi juicio desastrosa: la vuelta a la Moncloa en 2012 de los populares. O sea, de quienes llevan mucho tiempo, y nunca como ahora, crispando la vida española.
¿Exageraciones del hispanista guiri a quien ya le ha contagiando la bronca nacional? No creo. Entre las recientes enormidades, ¿cómo olvidar, por ejemplo, lo que ha dejado insinuar Camps acerca de Zapatero y su abuelo, Esperanza Aguirre de Atocha, Cristóbal Montoro de la economía (“al borde del precipicio”) y Aznar, experto en dañar la imagen de su país en el extranjero, de los que insisten en “remover fosas”?
Y luego dice Rajoy ¡que no va a reaccionar ante las provocaciones del PSOE!
La derecha española de hoy es la de siempre. No es que no haya aprendido nada. Es que no quiere. Por favor, que nadie deje de votar.
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